dilluns, 11 de juliol del 2016

COMIDA DE PELÍCULA: SER PROTAGONISTA DE LA PROPIA VIDA





Muchas veces no valoramos lo suficiente que somos realmente los verdaderos protagonistas de nuestras propias vidas. Aunque más de uno crea que el destino está ya escrito, siempre nuestro amigo Jesucristo nos vuelve a decir con voz clara que el proceso nos lo hemos de cuidar cada uno de nosotros siendo los verdaderos corresponsables para que nuestra vida sea vivida en los pequeños detalles: “Jesús dijo también: “Con el reino de Dios sucede como con el hombre que siembra en la tierra: que lo mismo si duerme que si está despierto, lo mismo de noche que de día, la semilla nace y crece sin que él sepa cómo. Y es que la tierra produce por sí misma: primero brota una hierba, luego se forma la espiga y, por último, el grano que llena la espiga. Y cuando el grano ya está maduro, se siega, porque ha llegado el tiempo de la cosecha." (Marcos 4, 26-29). Por esta razón, la semilla tiene potencial para crecer y nosotros tenemos para acompañarla en su crecimiento. Así es la vida: una página en blanco dispuesta a ser escrita con responsabilidad por nuestra mano temblorosa o firme, aunque haya tachones y garabatos.

Así, en la parroquia nos hemos animado a realizar un espacio de humanización aproximadamente cada dos meses. La comida de película es un humilde proyecto para alimentar la convivencia entre las personas que un domingo por la tarde estarían solas porque no tienen familia, o la familia está tocada por las dificultades, o necesitan el calor de la comunidad. Por tanto, desde hace algunos años se está viviendo esta experiencia en que la comida fraterna, la proyección de una película cómica con mensaje y el posterior diálogo sincero están en el orden del día. Desde las 14:30h a las 19:00h el local parroquial  acoge la construcción de las piezas de un rompecabezas de las diversas vidas de los niños, jóvenes y adultos que acuden. La mayoría, que vienen con sus grietas y heridas, hacen de sus años vividos un testimonio solemne ante los demás. Seguramente han encontrado una especie de oasis para sentirse realmente protagonistas en su debilidad y pobreza. Y, gracias a eso, todos aprendemos a ser débiles y pequeños cuando hay muchas partes en el mundo en que se promociona la dictadura del fuerte y la prepotencia del devastador.
Para complementar lo que estoy diciendo, quisiera hacer uso de un fragmento del libro que estoy leyendo ahora, Esperanza entre lágrimas del jesuita Federico Elorriaga (Ediciones Mensajero):
“Si aprendemos a ser débiles y aceptar el plan de Dios sobre nuestras vidas, encontraremos serenidad y paz en nuestro interior. Nuestros sufrimientos serán una fuente creciente de consuelo y apacible serenidad.
En nuestro dolor es donde nos purificamos para abrirnos enteramente a la gracia y a la misericordia de Dios.
Cuando no tengamos nada que ofrecerle y nada en que apoyarnos; cuando ya no tengamos nada de lo que engreírnos; cuando tengamos un espíritu humilde, es cuando se harán realidad aquellas palabras del Profeta: “En ese pondré mis ojos: en el humilde y el abatido que se estremece ante mis palabras” (Isaías 66, 2).
Aprender a ser débil. Si es difícil llegar a ser grande, más difícil es llegar a ser pequeño. Hay muchas enseñanzas para triunfar; pero nos cuesta mucho más aprender las lecciones del fracaso. El ser débil no se aprende en los libros. No hay recetas para la humildad. Para eso se necesita luz. Se necesita la experiencia del fracaso, la constatación de la impotencia y la limitación.
Dios se vale de nuestros sufrimientos, de los acontecimientos dolorosos, de esas heridas que curan y de esa muerte que da vida, como lecciones para nuestro aprendizaje.
Aprender a ser débil va en la línea del despojo interior, del vaciamiento de nosotros mismos. Difícil aprendizaje el nuestro para pasar del nosotros al Otro y a los otros; del interés propio al  amor…”

Pepe Baena




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