dissabte, 28 de maig del 2016

Poesia hospitalaria


Una poesia que me ha salido estando en la habitación del hospital con mi madre aquejada de una lesión en el hígado...

Dios en el hospital

El Dios que yo creo
es el que yo veo
más allá de instrumentos
entre batas y excrementos.

El Dios que yo huelo
es el que yo siento
más acá de lamentos
entre camas y enfermeros.

El Dios que yo vivo
es el que yo respiro
más allá de documentos
entre jeringas y médicos.

El Dios que yo niego
es el que yo dibujo
más acá de pensamientos
entre pastillas y miedos.


Pepe

Piedras vivas y piedras muertas



 
Me enorgullezco de ser hijo de peón de albañil. Mi padre, que dejó su Andalucía, se construyó un lugar junto a tantos inmigrantes que fueron acogidos por el pueblo catalán. La palabra “construir” me acompaña en todo en mi vida. Porque ésta aparece por el hecho de utilizar el potencial constructivo que Dios nos ha regalado. Aunque desgraciadamente también, haciendo uso mal de nuestra libertad, podemos destruir a nuestro alrededor. Por tanto, en este Año Jubilar de la Misericordia se nos abre una nueva perspectiva para edificar, con la fuerza del Espíritu de Dios, nuestras relaciones interpersonales en el día a día.
Las palabras del obispo de Roma, Francisco, no dan lugar a equívocos en esta cuestión sobre la construcción: “La comunicación tiene el poder de crear puentes, de favorecer el encuentro y la inclusión, enriqueciendo de este modo la sociedad. Es hermoso ver  personas que se afanan en elegir con cuidado las palabras y los gestos para superar las incomprensiones, curar la memoria herida y construir paz y armonía. Las palabras pueden construir puentes entre las personas, las familias, los grupos sociales y los pueblos. Y esto es posible tanto en el mundo físico como en el digital. 

Por tanto, que las palabras y las acciones sean apropiadas para ayudarnos a salir de los círculos viciosos de las condenas y las venganzas, que siguen enmarañando a individuos y naciones, y que llevan a expresarse con mensajes de odio. La palabra del cristiano, sin embargo, se propone hacer crecer la comunión e, incluso cuando debe condenar con firmeza el mal, trata de no romper nunca la relación y la comunicación”. (Comunicación y Misericordia: Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2016)
Desde hace un tiempo que nuestra parroquia ha entrado en una nueva etapa. Hemos constatado en los últimos años  la presencia real de “piedras vivas” de nuestra comunidad en relación a la Piedra Viva que es Cristo. Ahora nos toca plantearnos la edificación a partir de piedras muertas para que resplandezcan las personas en un lugar apropiado y digno de oración, celebración, humanización, formación y acción. La iglesia del barrio se está quedando pequeña y por eso se han empezado a dar los pasos y las gestiones pertinentes para hacer posible, de aquí a unos cuantos años, la construcción de un equipamiento parroquial. “Acercaos, pues, al Señor, la piedra viva que los hombres despreciaron, pero que para Dios es piedra escogida y de mucho valor. De esta manera, Dios hará de vosotros, como de piedras vivas, un templo espiritual, un sacerdocio santo que por medio de Jesucristo ofrezca sacrificios espirituales, agradables a Dios.” (1 Pedro 2, 4-5).
El primer planteamiento a la hora de la posible construcción de una iglesia fue el de no provocar escándalo a los hombres y mujeres de Bellavista ya que, muchos de ellos, están sufriendo los azotes de la crisis económica: tienen en un hilo la permanencia de sus casas, no pueden pagar las hipotecas, les cuesta llegar a final del mes… El nuevo templo tenía que ser austero, funcional y acorde a la realidad sociológica del territorio. Así la denuncia de san Juan Crisóstomo (344-407 d.C.) nos iluminó desde el comienzo de las gestiones: “Todo aquel que pasa, al contemplar la grandeza y refinamiento de aquel edificio espléndido, no dejará de decirse a él mismo o a su acompañante: ¡Con cuántas lágrimas no se habrá edificado esta casa! ¡Cuántos huérfanos habrán quedado desnudos! ¡Cuántas viudas habrán sufrido algunas injusticia y cuántos obreros no habrán sido estafados en su jornal!...”
Un segundo planteamiento que nos hemos hecho, en esta nueva fase, es de ponernos en manos de Dios y decirnos constantemente que si es cosa de Él el proyecto tendrá fruto. Escuchemos la voz del salmista: “Si el Señor no construye el templo, de nada sirve que trabajen los constructores; si el Señor no protege la ciudad, de nada sirve que vigilen los centinelas. De nada sirve trabajar de sol a sol y comer un pan ganado con dolor, pues Dios lo da a sus amigos mientras duermen.” (Salmo 127, 1-2)

Pepe

dilluns, 9 de maig del 2016

La Coral Parroquial: dar la nota adecuada



 
Cuando alguna vez el grupo de la JOC (Joventut Obrera Cristiana) nos reunimos los miércoles por la tarde tenemos el honor de escuchar a la “Coral Harmonia” en su búsqueda de la nota adecuada. Puntualmente se juntan unas cuantas personas bajo la batuta de Fidel Membrive, en el local parroquial, cada miércoles de las 20:00h a las 21.30 h. Ya son más de cinco años que fielmente entrenan sus voces para conseguir una buena armonía en sus conciertos. Como toda nuestra comunidad cristiana, la coral parroquial, sin llegar a ser muchos integrantes, hace de lo pequeño un canto de libertad a partir del repertorio que tiene.
La “Coral Harmonia” nos hace valorar la música en todo su esplendor y su mística. Crean un equilibrio en sus cantos desde   habaneras como “La bella Lola” hasta canciones navideñas como “La Peregrinación”:  “A la huella la huella, José y María, con un Dios escondido, nadie sabía” También el resto de los cantos adquieren una cierta melodía que enfatiza el espíritu, una concreta armonía que eleva el alma y un determinado ritmo que mueve el cuerpo. 

Los que somos creyentes acostumbramos a decir: quien canta reza dos veces. Esta frase es de San Agustín (354-430) que, comentando el Salmo 73, dijo: “Pues aquel que canta alabanzas, no solo alaba, sino que también alaba con alegría; aquel que canta alabanzas, no solo canta, sino que también ama a quien le canta. En la alabanza hay una proclamación de reconocimiento, en la canción del amante hay amor…” Por esta razón, los músicos, con sus instrumentos, nos ayudan a los que venimos a misa a que podamos rezar doblemente, animándonos a todos a cantar las maravillas de Dios Amor. No tiene sentido que unos canten y otros los escuchen. Porque es toda la asamblea que ora cantando con las diferentes voces, virtuosas o limitadas, de cada persona que participa.
Me hago mías las palabras de A.G. Martimort de su libro “La Iglesia en oración. Introducción a la liturgia” (1992): “ La antigüedad cristiana no tuvo más que seguir los consejos del apóstol San Pablo, de acuerdo con la tradición bíblica, para hacer del canto un modo normal de expresión de la oración litúrgica: “Cantad en vuestros corazones a Dios, con gratitud, salmos, himnos y cánticos espirituales” (Colosenses 3, 16); “Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos espirituales; cantad y salmodiad de todo vuestro corazón al Señor” (Efesios 5, 19); en la Iglesia de Corinto, también según el testimonio de san Pablo, incluso se producían quizás improvisaciones carismáticas (1 Corintios 14, 26); además , las epístolas nos presentan restos preciosos de cantos litúrgicos de la primera comunidad. El canto aparece como signo de alegría, especialmente adaptado al sentimiento de la acción de gracias, cosa que sugiere por su lado Santiago 5, 13: “¿Está alegre alguno de vosotros? Que cante himnos”. Y en el mismo sentido, la Iglesia del cielo, según el Apocalipsis, expresa por medio del canto su reconocimiento por la redención y su alabanza hacia el Señor (Apocalipsis 4, 8 y 11; 5, 9-10; 14, 3; 15, 3-4; 19, 1-8, etc.). El canto también se considera como un medio de manifestar la unanimidad de los sentimientos, porque provoca, por su ritmo y melodía, una fusión tal de las voces que parece que sólo haya una: y de hecho, sólo el canto permite una expresión de conjunto desde el momento en que la asamblea supera el tamaño del grupo pequeño. Los Padres de la Iglesia, hombres y mujeres influyentes en los primeros siglos de la Iglesia, destacan también que el canto da a las palabras una mayor fuerza e inteligibilidad, con  lo que es posible prestarles una adhesión más intensa y meditarlas. Finalmente la música, tanto vocal como instrumental, puede crear un ambiente de fiesta, dar a ciertas manifestaciones el esplendor de triunfo, y es de este modo, como intervenía en los grandes momentos de la liturgia de Israel…”  Y me apunto a la advertencia lúcida de Martimort:  “la tentación que acecha al fiel de detenerse en la emoción estética sin llegar hasta el texto que la música tendría que hacer saborear mejor.”

Pepe