Cuando alguna vez el grupo de la JOC (Joventut Obrera Cristiana) nos reunimos los miércoles por la tarde tenemos el honor de escuchar a la “Coral Harmonia” en su búsqueda de la nota adecuada. Puntualmente se juntan unas cuantas personas bajo la batuta de Fidel Membrive, en el local parroquial, cada miércoles de las 20:00h a las 21.30 h. Ya son más de cinco años que fielmente entrenan sus voces para conseguir una buena armonía en sus conciertos. Como toda nuestra comunidad cristiana, la coral parroquial, sin llegar a ser muchos integrantes, hace de lo pequeño un canto de libertad a partir del repertorio que tiene.
La “Coral Harmonia” nos hace valorar la música en todo su esplendor y su mística. Crean un equilibrio en sus cantos desde habaneras como “La bella Lola” hasta canciones navideñas como “La Peregrinación”: “A la huella la huella, José y María, con un Dios escondido, nadie sabía” También el resto de los cantos adquieren una cierta melodía que enfatiza el espíritu, una concreta armonía que eleva el alma y un determinado ritmo que mueve el cuerpo.
Los que somos creyentes acostumbramos a decir: quien canta reza dos veces. Esta frase es de San Agustín (354-430) que, comentando el Salmo 73, dijo: “Pues aquel que canta alabanzas, no solo alaba, sino que también alaba con alegría; aquel que canta alabanzas, no solo canta, sino que también ama a quien le canta. En la alabanza hay una proclamación de reconocimiento, en la canción del amante hay amor…” Por esta razón, los músicos, con sus instrumentos, nos ayudan a los que venimos a misa a que podamos rezar doblemente, animándonos a todos a cantar las maravillas de Dios Amor. No tiene sentido que unos canten y otros los escuchen. Porque es toda la asamblea que ora cantando con las diferentes voces, virtuosas o limitadas, de cada persona que participa.
Me hago mías las palabras de A.G. Martimort de su libro “La Iglesia en oración. Introducción a la liturgia” (1992): “ La antigüedad cristiana no tuvo más que seguir los consejos del apóstol San Pablo, de acuerdo con la tradición bíblica, para hacer del canto un modo normal de expresión de la oración litúrgica: “Cantad en vuestros corazones a Dios, con gratitud, salmos, himnos y cánticos espirituales” (Colosenses 3, 16); “Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos espirituales; cantad y salmodiad de todo vuestro corazón al Señor” (Efesios 5, 19); en la Iglesia de Corinto, también según el testimonio de san Pablo, incluso se producían quizás improvisaciones carismáticas (1 Corintios 14, 26); además , las epístolas nos presentan restos preciosos de cantos litúrgicos de la primera comunidad. El canto aparece como signo de alegría, especialmente adaptado al sentimiento de la acción de gracias, cosa que sugiere por su lado Santiago 5, 13: “¿Está alegre alguno de vosotros? Que cante himnos”. Y en el mismo sentido, la Iglesia del cielo, según el Apocalipsis, expresa por medio del canto su reconocimiento por la redención y su alabanza hacia el Señor (Apocalipsis 4, 8 y 11; 5, 9-10; 14, 3; 15, 3-4; 19, 1-8, etc.). El canto también se considera como un medio de manifestar la unanimidad de los sentimientos, porque provoca, por su ritmo y melodía, una fusión tal de las voces que parece que sólo haya una: y de hecho, sólo el canto permite una expresión de conjunto desde el momento en que la asamblea supera el tamaño del grupo pequeño. Los Padres de la Iglesia, hombres y mujeres influyentes en los primeros siglos de la Iglesia, destacan también que el canto da a las palabras una mayor fuerza e inteligibilidad, con lo que es posible prestarles una adhesión más intensa y meditarlas. Finalmente la música, tanto vocal como instrumental, puede crear un ambiente de fiesta, dar a ciertas manifestaciones el esplendor de triunfo, y es de este modo, como intervenía en los grandes momentos de la liturgia de Israel…” Y me apunto a la advertencia lúcida de Martimort: “la tentación que acecha al fiel de detenerse en la emoción estética sin llegar hasta el texto que la música tendría que hacer saborear mejor.”
Pepe
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