Me enorgullezco de ser hijo de peón de albañil. Mi padre, que dejó su Andalucía, se construyó un lugar junto a tantos inmigrantes que fueron acogidos por el pueblo catalán. La palabra “construir” me acompaña en todo en mi vida. Porque ésta aparece por el hecho de utilizar el potencial constructivo que Dios nos ha regalado. Aunque desgraciadamente también, haciendo uso mal de nuestra libertad, podemos destruir a nuestro alrededor. Por tanto, en este Año Jubilar de la Misericordia se nos abre una nueva perspectiva para edificar, con la fuerza del Espíritu de Dios, nuestras relaciones interpersonales en el día a día.
Las palabras del obispo de Roma, Francisco, no dan lugar a equívocos en esta cuestión sobre la construcción: “La comunicación tiene el poder de crear puentes, de favorecer el encuentro y la inclusión, enriqueciendo de este modo la sociedad. Es hermoso ver personas que se afanan en elegir con cuidado las palabras y los gestos para superar las incomprensiones, curar la memoria herida y construir paz y armonía. Las palabras pueden construir puentes entre las personas, las familias, los grupos sociales y los pueblos. Y esto es posible tanto en el mundo físico como en el digital.
Por tanto, que las palabras y las acciones sean apropiadas para ayudarnos a salir de los círculos viciosos de las condenas y las venganzas, que siguen enmarañando a individuos y naciones, y que llevan a expresarse con mensajes de odio. La palabra del cristiano, sin embargo, se propone hacer crecer la comunión e, incluso cuando debe condenar con firmeza el mal, trata de no romper nunca la relación y la comunicación”. (Comunicación y Misericordia: Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2016)
Desde hace un tiempo que nuestra parroquia ha entrado en una nueva etapa. Hemos constatado en los últimos años la presencia real de “piedras vivas” de nuestra comunidad en relación a la Piedra Viva que es Cristo. Ahora nos toca plantearnos la edificación a partir de piedras muertas para que resplandezcan las personas en un lugar apropiado y digno de oración, celebración, humanización, formación y acción. La iglesia del barrio se está quedando pequeña y por eso se han empezado a dar los pasos y las gestiones pertinentes para hacer posible, de aquí a unos cuantos años, la construcción de un equipamiento parroquial. “Acercaos, pues, al Señor, la piedra viva que los hombres despreciaron, pero que para Dios es piedra escogida y de mucho valor. De esta manera, Dios hará de vosotros, como de piedras vivas, un templo espiritual, un sacerdocio santo que por medio de Jesucristo ofrezca sacrificios espirituales, agradables a Dios.” (1 Pedro 2, 4-5).
El primer planteamiento a la hora de la posible construcción de una iglesia fue el de no provocar escándalo a los hombres y mujeres de Bellavista ya que, muchos de ellos, están sufriendo los azotes de la crisis económica: tienen en un hilo la permanencia de sus casas, no pueden pagar las hipotecas, les cuesta llegar a final del mes… El nuevo templo tenía que ser austero, funcional y acorde a la realidad sociológica del territorio. Así la denuncia de san Juan Crisóstomo (344-407 d.C.) nos iluminó desde el comienzo de las gestiones: “Todo aquel que pasa, al contemplar la grandeza y refinamiento de aquel edificio espléndido, no dejará de decirse a él mismo o a su acompañante: ¡Con cuántas lágrimas no se habrá edificado esta casa! ¡Cuántos huérfanos habrán quedado desnudos! ¡Cuántas viudas habrán sufrido algunas injusticia y cuántos obreros no habrán sido estafados en su jornal!...”
Un segundo planteamiento que nos hemos hecho, en esta nueva fase, es de ponernos en manos de Dios y decirnos constantemente que si es cosa de Él el proyecto tendrá fruto. Escuchemos la voz del salmista: “Si el Señor no construye el templo, de nada sirve que trabajen los constructores; si el Señor no protege la ciudad, de nada sirve que vigilen los centinelas. De nada sirve trabajar de sol a sol y comer un pan ganado con dolor, pues Dios lo da a sus amigos mientras duermen.” (Salmo 127, 1-2)
Pepe
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