Cuando me reúno cada miércoles por la tarde con el grupo de jóvenes de la JOC (Juventut Obrera Cristiana) se me dibuja una sonrisa de satisfacción. El motivo viene producido por mi servicio de acompañante. He visto crecer a estos chicos desde hace años con la discreción y el respeto como nota predominante en mi labor de consiliario. “El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. Y cuando el grano ya está maduro, se siega, porque ha llegado el tiempo de la cosecha ” . (Marcos 4, 26-29)
Carmen, Alba, Oriol, Juanca, Eva y Vicky, que ahora está trabajando en Alemania. Seis jóvenes de 21 a 30 años con distintos procesos y el mismo Espíritu que deja marca.
Carmen, que saboreó el MIJAC (Moviment Infantil i Juvenil d’Acció Catòlica) siendo niña en aquellos años que estuve como vicario parroquial en Mollet del Vallès. Ahora está gustando lo que conlleva sentirse responsable ante otros chavales que están en búsqueda.
Alba, que pasó de adolescente rebelde sin causa a joven rebelde con la causa de Jesucristo (“Manolo” como le suele llamar con mucho desparpajo). Tantas etapas que quemó que ahora ya sabe discernir lo que debe llevar a la hoguera para seguir a Cristo.
Oriol, que empezó a vivir la experiencia de Dios en el mundo obrero en aquellos campamentos de la JOC con jóvenes que hacían de los porros un estilo. Después fue un madurar en su manera de ser y hacer para darse a otros jóvenes de la clase obrera. Mostrando que en Bellavista también puede salir algo bueno.
Juanca, que descubrió también, en tantos campamentos de verano de la JOC, que la Iglesia le podía ayudar a ser un arquitecto de Dios. Descubrió que Jesús no era una idea de la mente sino que se le podía encontrar en los rincones de la vida. La catequesis de confirmación le abrió la mente y el corazón al servicio por puro amor.
Eva, que, a pesar de las distancias, se sentía cercana. Eso sí, a la luz del Evangelio se hacía presente con otros chicos y chicas. Primero en Terrassa. Después en países de América Latina. Y siempre para vivir desde la pobreza la riqueza de ser hija de Dios.
Vicky, que se levantó más de una vez de las caídas producidas por tantas incomprensiones y limitaciones propias y ajenas. Que, a su manera, se fue sintiendo dignificada por el amor de Dios en personas concretas.
He tenido el honor de hacer camino con estos muchachos en algún período de su vida, de observar activamente que sus biografías eran modeladas y moderadas por el Espíritu de Jesús. A la vez me sentía profundamente desmontado en mis construcciones internas y externas de sacerdote. El tú a tú con ellos me hacía y me hace perder todo aquello que me aleja de Jesucristo. Me obligan a ver, más de una vez, que mi vocación presbiteral no tiene razón de ser sin el carácter comunitario en su esencia. Desde la fe experimento que el grupo de revisión de vida de la JOC es aquella pequeña comunidad de creyentes que vive, en los hechos de vida revisados, la presencia de Cristo. Y cada domingo cuando celebro la eucaristía los tengo en mi corazón como tantos otros jóvenes que, aunque no vengan a misa, no pierden el valor divino más allá de su juventud. Seguro que llegará ese día en que ellos mismos se darán cuenta que son hijos queridos por Dios Amor.
Y acabo con unas palabras del fundador de la JOC, el sacerdote belga Joseph Cardijn (1882-1967): “Desde toda la eternidad, Dios, por un don infinito de su amor, ha destinado a cada joven trabajador en particular, y a todos los jóvenes trabajadores, a participar de su naturaleza, su amor y su felicidad divinas. Ha decidido darse, comunicarse a ellos, hacerles vivir de su vida, manifestarles su verdad y hacerles tomar parte de su Reino. Los jóvenes obreros no son máquinas, ni bestias, ni esclavos. Son los hijos, los colaboradores, los herederos de Dios. Esta es su única, su verdadera vocación, su razón de ser, de vivir, de trabajar, el origen de todos sus derechos y deberes.”
Pepe
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