diumenge, 12 de juliol del 2015

Golpes de vida






 

A lo largo de la vida vamos recibiendo golpes que nos hacen caer a la lona de la realidad. Unas veces nos los buscamos nosotros mismos. Otras veces nos los encontramos. Tanto unos como otros son consecuencia de nuestra condición humana. No para recibir golpes, ya que no somos masoquistas, sino para experimentar la actitud humanizadora más allá del tortazo recibido. Nuestro amigo Jesús nos habla de la mejilla ofrecida como símbolo a la oportunidad de no quedarse bloqueado al porrazo que nos hace mal. No buscamos que nos partan la cara de una manera ingenua sino que no retiremos definitivamente nuestro rostro a un posible beso de perdón y de fraternidad.
Lo revolucionario de Cristo siempre ha sido el amor sin condiciones ni diferencias humanas. El verdugo y la víctima son iguales para Dios no por lo que hacen sino por lo que son, por su identidad más profundamente humana. No somos malos ni buenos, sino seres humanos que, llevándose por el mal o el bien, realizan actos que provocan o no desajustes, desequilibrios, desigualdades, desorganizaciones, deshumanizaciones, desbarajustes…  Y todo esto tiene sus consecuencias de cara a los demás, a uno mismo, y, en el fondo, a Dios que está presente. 


Posiblemente las palabras de Jesús sean contundentes y radicales pero agitan nuestro interior como un buen cóctel de buen Evangelio. “Pero a vosotros que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os insultan. Al que te pegue en una mejilla ofrécele también la otra, y al que te quite la capa déjale que se lleve también tu túnica. Al que te pida algo dáselo, y al que te quite lo que es tuyo, no se lo reclames. Haced con los demás como queréis que los demás hagan con vosotros. “Si amáis solamente a quienes os aman, ¿qué hacéis de extraordinario? ¡Hasta los pecadores se portan así! Y si hacéis bien solamente a quienes os hacen bien a vosotros, ¿qué tiene de extraordinario? ¡También los pecadores se portan así! Y si dais prestado sólo a aquellos de quienes pensáis recibir algo, ¿qué hacéis de extraordinario? ¡También los pecadores se prestan entre sí esperando recibir unos de otros! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y dad prestado sin esperar nada a cambio. Así será grande vuestra recompensa y seréis hijos del Dios altísimo, que es también bondadoso con los desagradecidos y los malos. Sed compasivos, como también vuestro Padre es compasivo. (Lucas 6, 27-36)

Así, hace unos días recibí un golpe en mi coche cuando realizaba tranquilamente una rotonda de Canovelles. Me acompañaba Oriol, un militante de la JOC. El conductor de la furgoneta, Germán, no efectuó correctamente la maniobra para salir de la glorieta y chocó sin remedio contra mi vehículo de un año de antigüedad. Al principio, Germán estaba nervioso pero cuando observó lo que realmente había hecho comprendió que él tenía la culpa. Dejamos para el día siguiente la tramitación  del parte de accidente, ya que en aquel momento no llevaba conmigo la documentación del coche. ¡Pobre de mi, con las prisas me había dejado la carpeta encima de la mesa del despacho parroquial!  Por tanto, al otro día nos volvimos a encontrar en las proximidades del choque y entablamos una conversación muy amistosa y fraternal mientras rellenábamos el parte. Incluso, cuando me presenté como cura, Germán se acordó del entierro que hice a un conocido suyo. Mi coche quedó tocado pero puedo asegurar que la relación con aquel transportista se reafirmó a partir de un golpe de vida. Ahora los dos tenemos los teléfonos y whatsapps respectivos. Comenzamos siendo unos extraños conductores anónimos para acabar experimentando la cercanía de dos personas con nombres y apellidos que se ganan la vida entre rectas y rotondas… Y, de tanto en tanto, reciben algún mamporro.

Pepe

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada