LA CARTA Y EL EMPLEADO DE
CORREOS
Un funcionario de
Correos detecta una carta dirigida a Dios, sin especificar la dirección. El
empleado decide abrirla. En ella se puede leer:
“Querido
Dios, soy una viuda de 83 años. Ayer me robaron el bolso con los 600 euros para
pasar el mes. No sé qué hacer. No tengo familia. Tú eres mi única esperanza.
¿Me podrías ayudar?”
El funcionario, perplejo, la enseña a sus compañeros de trabajo. Estos,
conmovidos, recaptan entre todos 520 euros y los hacen llegar a la remitente.
Unos días después llega a la oficina de
Correos otra carta de la mujer. La reconocen por la letra y porque de nuevo se
dirige a Dios.
La abren y, llenos de curiosidad,
pueden leer:
“Querido
Dios, con lágrimas en los ojos y el corazón lleno de agradecimiento te escribo
esta carta para decirte que, gracias a tu regalo, he pasado uno de los mejores
meses de mi vida. Siempre procuro seguir tus indicaciones. Posiblemente sea
ésta la razón de tu generosidad. ¡Gracias, Dios mío!... Por cierto, faltaban 80
euros. Seguramente se los habrán quedado estos funcionarios corruptos de
Correos…”
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