Ciego por no ver
en las huellas del ayer
que se reflejan tal vez
en las páginas de tu
querer.
Ciego por no hacer
los deberes del atardecer
que se dibujan alguna vez
con las manos de tu ser.
Ciego por no coger
el testigo del anochecer
que se ilumina otra vez
en el manto de tu tener.
Ciego por no beber
la copa del nuevo
amanecer
que se saborea más de una
vez
con los labios de tu
saber.
Oh, Cristo
contigo puedo
ver y hacer
coger y beber
hasta recuperar, Amigo,
tu Camino en el de todos
y con el resto del mundo
recorrer el mío.
Pepe
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