diumenge, 10 d’abril del 2016

El arte de celebrar



 
Hoy quisiera presentar a otro equipo de nuestra parroquia que hace posible desde la discreción y el arte vivir con intensidad la eucaristía y los otros sacramentos: el equipo de liturgia. Éste está formado por Francisca, Conxi y un servidor. Ante los momentos fuertes del año litúrgico (Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua) y otras fiestas litúrgicas este grupo se reúne para preparar las distintas celebraciones con delicadeza partiendo de la vida de las personas del barrio y de la parroquia. Y siempre acompañado por los músicos que nos ayudan para orar: Quim, Anabel, Fidel y Pere y de vez en cuando, dependiendo de su disponibilidad, Encarna.

Así, cuando nos reunimos para celebrar el amor gratuito de Jesús que es enviado por Dios Padre por la fuerza del Espíritu Santo, se me pone la piel de gallina ante tanta grandeza. La fe en Jesucristo vivida en el día a día con sus luces y oscuridades se revive en la celebración de la misa y en los demás sacramentos (bautismo, confirmación, perdón, unción de enfermos, matrimonio, orden sacerdotal) como expresión personal y comunitaria del encuentro con Dios Amor que actúa y seguirá actuando a través de las personas y de los acontecimientos de la vida.



La palabra liturgia viene del griego “leitourgía” y, a su vez, de “laos” (pueblo),y “ergon” (obra). En el griego clásico es acción del pueblo a favor del Estado o de la divinidad. Si nos basamos en la Constitución del Concilio Vaticano II sobre la Sagrada Liturgia “Sacrosanctum Concilium” (1963) la liturgia es “el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella los signos sensibles significan y, cada uno a su manera, realizan la santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro. En consecuencia, toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia.” (Sacrosanctum Concilium, a partir de ahora SC, n. 7). 

También dicha Constitución conciliar nos da un buen consejo para que la liturgia no se convierta en puro ritualismo sin ton ni son: “Los ritos deben resplandecer con noble sencillez; deben ser breves, claros, evitando las repeticiones inútiles, adaptados a la capacidad de los fieles y, en general, no deben tener necesidad de muchas explicaciones.” (SC n. 34). Más adelante el mismo documento nos acentúa la participación activa de todos los que venimos a celebrar la eucaristía: “Por tanto, la Iglesia, con solícito cuidado, procura que los cristianos no asistan a este misterio de fe como extraños y mudos espectadores, sino que comprendiéndolo bien a través de los ritos y oraciones, participen conscientes, piadosa y activamente en la acción sagrada, sean instruidos con la palabra de Dios, se fortalezcan en la mesa del Cuerpo del Señor, den gracias a Dios, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada no sólo por manos del sacerdote, sino juntamente con él, se perfeccionen día a día por Cristo mediador en la unión con Dios y entre sí, para que, finalmente, Dios sea todo en todos.” (SC n. 48).

Por esta razón, el equipo de liturgia tiene claro que las personas que asisten a las celebraciones litúrgicas respondan a Cristo que se hace presente ("donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mateo 18,20)). Respondiéndole cantando, escuchando las lecturas,  compartiendo las homilías, pidiendo con oraciones humildes, ofreciéndose cada uno junto a los pobres con el pan y el vino, compartiendo acciones de gracia y testimonios de vida, colaborando en la ambientación del lugar, respetando los silencios… Y siempre partiendo de la vida concreta y real de cada uno, del barrio, del municipio, del mundo entero.
Termino con unas palabras, que me han ayudado personalmente, del papa Francisco sobre la homilía: Una buena homilía, como me decía un viejo maestro, debe contener «una idea, un sentimiento, una imagen». (Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium”, n. 157)

Pepe

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