diumenge, 17 de gener del 2016

El buen samaritano de cada día



 
Hace una semana nos reunimos 19 voluntarios y voluntarias de Cáritas de nuestra parroquia para acercarnos más al Buen Samaritano Jesucristo. Dejarnos vendar nuestras heridas, perdonar la vergüenza de nuestros errores, escuchar el silencio de nuestras quejas, recuperar las fuerzas con los otros…  Experimentar que nuestro voluntariado es expresión creyente de empatía con el apaleado, necesitado, marginado, malherido del camino. Porque Jesucristo aparecía identificado en su fragilidad, debilidad, pequeñez, insignificancia…  En la oración del inicio del retiro espiritual en la Ametlla del Vallés nos dimos cuenta que ser prójimo es acercarse a la persona porque llegamos a descubrir que es hermano de espíritu en Cristo. Lo que le duele a él le hace mal al mismo Dios que se hace en nosotros  cómplice de nuestra humanidad.
Dios no pasa de largo ante el sufrimiento humano. Por eso busca a “Moisés” del siglo XXI para hacer ruta con su Hijo Amado. Nos catapulta en la denuncia profética y en la acción amorosa junto con el estirado en la fría, triste y oscura realidad. Que nos envía personal y comunitariamente a participar del proceso samaritano:

hacerse cargo de la realidad del pueblo crucificado, encargándose de bajarlo de la cruz y cargando con el riesgo de terminar en la misma cruz que ese pueblo, y finalmente… experimentar en el pueblo crucificado la gracia de Dios que nos coge en brazos. ¡Cuantas veces los pobres, empobrecidos, necesitados nos evangelizan, nos transmiten Buena Noticia a los que nos creemos que sabemos, tenemos, hacemos más!

Acabo con la oración, que antes comenté,  del arzobispo de Rabat Vicent Landel. Se titula “Si el otro se convirtiera realmente en mi hermano”:

¡Y si el otro se convirtiera realmente en mi hermano!
¿No es esta la cuestión que nos tenemos que plantear
ante el debate que circula en los medios?
  Si el otro se convirtiera realmente en mi hermano,
  ¿quizás yo podría poner en cuestión la fe que lo hace vivir?
  ¿podría burlarme, de una manera u otra, de sus creencias?
Si el otro se convirtiera realmente en mi hermano,
¿quizás yo podría hablar de libertad sin vivir el respeto?
  Si el otro se convirtiera realmente en mi hermano,
  ¿quizás yo podría rechazarlo con actos de violencia
  contra su persona o contra sus bienes?
Si el otro se convirtiera realmente en mi hermano,
¿quizás yo podría permitirme hablar negativamente a su espalda?
¿podría incluso permitirme destruir su intimidad?
  Si el otro se convirtiera realmente en mi hermano,
  yo lo podría encontrar de verdad,
  podríamos hablar sencillamente, incluso sin estar de acuerdo en   todo.
Si el otro se convirtiera realmente en mi hermano,
su encuentro me haría crecer;
y estoy seguro que él también crecería.
  Si el otro se convirtiera realmente en mi hermano,
  podríamos mirarnos el uno al otro
  y una auténtica sonrisa iluminaría nuestros rostros.
Si el otro se convirtiera realmente en mi hermano,
¡qué mundo tan apasionante podríamos construir!

Pues bien, ¿cuál de aquellos tres te parece que fue el prójimo del hombre asaltado por los bandidos? El maestro de la ley contestó: “El que tuvo compasión de él”. Jesús le dijo: “Ve, pues, y haz tú lo mismo.” (Lucas 10, 36-37)

Pepe

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